Decíamos en la presentación del
último Cuaderno de Historia y Cultura, que es necesario que en los pueblos y en
las sociedades alguien relate o refleje cuanto acontece o sucede para que por
lo menos, quede constancia, se conozca y se recuerde con el paso del tiempo.
Molino de la Magdalena o del Tio Florentino
Si desde
nuestro proyecto histórico y cultural de Consuegra
en la Historia, las señas de identidad las valoramos como merecen, o por lo
menos intentamos darles la importancia que tienen, no cabe duda que los molinos
de viento, son una de las principales en nuestra tierra.
Por ello, no
esperaremos a reflejar en un futuro trabajo sobre los molinos de viento, quién
fue el último molinero de nuestra comarca. Por diversas razones, deseamos hoy a
través de este medio dejar constancia de la desaparición de un oficio que si
bien es verdad, ya no existía como tal sí perduraba en la persona que lo
ejerció hasta el pasado 27 de noviembre de 2015, fecha en la cual falleció
Florentino García-Miguel Laguna, de raíces madridejenses. Heredó de su padre un
molino de viento que molió trigo hasta hace algunas décadas en Madridejos.
Curiosamente la maquinaria de aquél
molino de Florentino, fue con la que se reconstruyó el molino Sancho en el
cerro Calderico de Consuegra allá por los años sesenta del pasado siglo. Por
ello, merece la pena recordarle y homenajearle de esta manera sencilla y
sentida. La rueda catalina y otras piezas de su molino, siguen girando hoy y
moviendo las velas a los ochos vientos para llevar a cabo cada año, la famosa
Molienda de la Paz y del Amor dentro de los actos de la Fiesta de la Rosa del
Azafrán; paz que en estos momentos tan convulsos que ahora vivimos se necesita.
Molino Sancho, en plena molienda que tuvo lugar el pasado mes de octubre durante
la Fiesta de la Rosa del Azafrán de Consuegra
Como tuve la
suerte de vivir aquella reconstrucción del molino Sancho y apreciar el
entusiasmo con el que mi padre colaboró en ella, le recordé a Pedro Luis
Camuñas, yerno de Florentino (y desde hace años amigo) que se había marchado ya,
el último molinero. Pedro Luis, que ejerció durante varios años su profesión
como docente en el C. P. Santo Cristo de la Vera Cruz de Consuegra y escribió
en 1999 el libro “El molino manchego” (Ed. Azacanes, 2002) quizá contagiado por
su emoción, a petición mía, me envió unos versos escritos por él y una
semblanza sobre el personaje, la cual reproducimos.
Portada del libro de Pedro Luis Camuñas
sobre los molinos manchegos
Que estas
líneas y esta semblanza, sean un lazo más de unión entre dos pueblos:
Madridejos y Consuegra, lazos que ya algunos reivindicaron en otros tiempos, y
que hoy, a pesar de que algunas personas que no lo entiendan así, seguimos
defendiendo.
F.D.G.
Hubo tiempos en que los hombres se
forjaban al aire y al sol. Trabajaban
soportando hielos y lluvias. Tiempos duros en que las manos se hacían al barro
y los pinchos, dolían la espalda y los brazos. El sudor regaba las arrugas del
rostro y los surcos de la tierra. Hombres hechos a jornadas de sol a sol, a
aguantar la sed y la falta de sueño. Eran hombres de campo, labradores,
acemileros, yunteros, zagales, rabadanes, mayorales, jornaleros, muleros,
arrieros… El pueblo recogía sus voces, como la de los caleros, tratantes,
vendedores, lañadores… Calles llenas de vida, de gritos y ruidos, donde corrían los chillidos juguetones de los
niños, las canciones de las mujeres que limpiaban, los ruidos de las herrerías,
de las carpinterías, de los herradores, de los carreteros…Oficios nobles,
estirpe de hombres y mujeres recios…que el tiempo ha ido apartando. Y ahí
quedan en un pequeño rincón de la historia pequeña de nuestra tierra.
Sin embargo, algo hay que de aquellos tiempos permanece. Es difícil
no quedarse mirando la loma cuando vislumbramos su figura señera. Su donaire de
caballero, su permanente vigilar del cielo….Su
figura guarda un misterio. Ese misterio atrajo al Caballero de la Triste
Figura y los molinos entraron en la leyenda, saltaron de las páginas de los
libros de historia para entrar en la memoria de las gentes. Florentino
García-Miguel Laguna perteneció a esa estirpe de hombres recios, duros como la
piel de esta tierra. Pero su oficio no quedará dormido en la historia. Tuvo el
privilegio de pertenecer a un oficio que pertenece a la leyenda. Aunque él se
haya ido, las velas de su molino siguen girando bajo el cielo de La Mancha en
la cresta del Calderico. Florentino era molinero. El último molinero.
Dejad que los molinos lloren
que guarden silencio sus
trojes.
Ahora despliegan sus
velas,
suena en su corazón la
guitarra,
gira orgullosa la
linterna.
Ahora la solera canta,
al solano esparce sus
rezos,
el viento lleva el alma
blanca
de su último molinero.
A
Florentino, el último molinero.
Pedro
Luis Camuñas Rosell
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